Ley REP y el poder de los acuerdos
Por Susana Albarracín, presidenta de ProREP
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Susana Albarracín, presidenta de ProREP
En tiempos en que las divisiones y la falta de consenso parecen dominar distintas esferas de nuestra sociedad, es relevante destacar aquellas instancias virtuosas donde el sector público y privado se encuentran en la búsqueda de un bien común, con el fin de aportar valor económico y medioambiental para el desarrollo de nuestro país.
El reciente Acuerdo de Producción Limpia (APL) sobre la gestión y reciclaje-valorización de residuos de envases no domiciliarios (industriales), es un hito significativo para la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP), que marca una ruta para avanzar hacia una economía circular y encaminarnos hacia la meta del cero residuo en nuestras industrias productivas, y también es un ejemplo del clima de confianza que generan estos convenios voluntarios y que involucran a diversos actores que resuelven avanzar conjuntamente para establecer estándares mucho más allá de lo que exige la normativa vigente.
Este APL es un primer paso y sorprende que, a solo un año de la implementación de la Ley REP, esté convocando a toda la cadena de gestión y valorización, así como de otros sectores industriales, bajo la coordinación de la Asociación Nacional de la Industria del Reciclaje (ANIR) y el patrocinio de ProREP junto a distintos ministerios, que validan este esfuerzo mancomunado, donde cada uno se compromete a colaborar para su avance conjunto, con el objetivo de conocer a fondo nuestros residuos de envases y saber dónde estamos parados en materia de reciclaje industrial.
En lo concreto, lo importante de establecer esta línea base es poder detectar mejoras en modelos de segregación y trazabilidad de estos residuos para aumentar su valorización. También involucra medios de verificación robustos, para lo cual pondremos a disposición la expertise propia y la de nuestros socios internacionales. Por supuesto, supone capacitar y formalizar a quienes así lo requieran.
Se abarca toda la cadena que participa en la gestión de residuos, desde los recicladores de base hasta las grandes empresas. Por eso, en este desafío, nadie sobra. Debemos ponernos de acuerdo en un “bien hacer” colectivo para lograr las metas que nos hemos propuesto en materia de reciclaje y que fijará el estándar para que otros apliquen.
Desde mi experiencia, la empresa que adhiere a un APL no es la misma que finalmente lo cumple. Obtener la certificación o estrella azul de producción limpia es motivo de orgullo transversal dentro y fuera de las organizaciones. Claro que requiere abrir los patios traseros, cambiar procesos, llevar a cabo inversiones, capacitar y capacitarse, pero la transformación retorna en forma multifactorial, y según cada flujo individual podría tratarse en ahorros de combustible, agua, materias primas y energía, reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero, sumado al valor reputacional, mayor rentabilidad y el aumento en la competitividad. Ese es el poder de este tipo de acuerdos que no son impuestos.